Entre la espada y la cruz.

16/11/2025 1h 52min

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Episode Synopsis

El pasaje de romanos 13:1–7 suele provocar incomodidad, especialmente cuando se ha experimentado la injusticia o el abuso de poder. Sin embargo, al leerlo dentro de la continuidad de romanos 12 y 13:8–10, emerge un horizonte distinto: no se trata de un llamado a obedecer ciegamente, sino a vivir como una comunidad que refleja el amor de dios aun en medio de estructuras imperfectas. pablo no propone un tratado político, sino una espiritualidad encarnada, una forma de existir entre dos reinos: el terrenal que intenta sostener el orden, y el divino que anuncia la redención. en esa tensión se define la misión cristiana.Las autoridades terrenales cumplen una función dentro del orden creado: limitar el mal, promover el bien y mantener cierta estabilidad social. Pero Pablo deja claro que ninguna autoridad humana es divina. En el contexto de roma, donde los gobernantes se proclamaban señores y salvadores, afirmar que toda autoridad proviene de dios era despojarles de pretensiones divinas. La autoridad que existe lo hace porque Dios ha permitido la existencia de estructuras que ordenen la vida social, no porque cada gobernante sea personalmente escogido por Dios. así, el cristiano reconoce la existencia del orden civil, pero no lo idolatra.Someterse, no es rendirse sin discernimiento. significa ubicarse dentro del orden terrenal con responsabilidad y coherencia, sabiendo que la obediencia no es absoluta ni irreflexiva. La escritura misma registra momentos en que obedecer a dios implica desobedecer a los hombres, como cuando los primeros creyentes se negaron a adorar al César y aceptaron las consecuencias. Por ello, la sumisión cristiana no es servil: es consciente, ética y guiada por la convicción de que Dios tiene la autoridad final.Desde romanos 12, pablo viene delineando la identidad de la comunidad cristiana: un pueblo que ama, bendice, acompaña, sirve, ora, practica hospitalidad y vence el mal con el bien. Esta ética del amor es el marco que sostiene el llamado a relacionarse con las autoridades. Si la iglesia está llamada a ser un cuerpo de amor sufriente y servicial, su postura frente al poder civil también debe ser expresión de ese amor. Por eso, cualquier interpretación de romanos 13 que autorice violencia, justifique injusticias o pida sumisión acrítica está desconectada del corazón del texto.El gobierno, dice Pablo, es siervo de dios solo cuando cumple su función de promover el bien y contener el mal. cuando la autoridad usa la espada para castigar la injusticia, cumple su vocación; cuando la usa para oprimir o favorecer la corrupción, deja de ser sierva y se convierte en una fuerza que distorsiona el propósito divino. por eso, la iglesia no busca la espada: su arma es la cruz. Mientras el poder terrenal se sostiene por la coerción, el poder del reino de dios se sostiene por el amor que se entrega. esta diferencia marca la frontera ética del creyente: obedecer lo que es justo, resistir lo que viola la voluntad de dios, y hacerlo siempre desde la no violencia y la fidelidad al evangelio.El ejemplo de Dietrich Donhoeffer ilustra esta tensión. No se levantó contra el poder movido por odio, sino por obediencia a una conciencia moldeada por cristo. supo reconocer cuándo la autoridad civil dejó de servir al bien y comenzó a promover el mal. en ese punto, el cristiano no puede ser cómplice. su resistencia no fue violenta, sino firme, y su vida terminó como testimonio de que la fidelidad a dios vale más que la aprobación humana. La historia de Donhoeffer demuestra que la obediencia cristiana no es pasividad; es valentía moral.Pablo concluye llamando a una ciudadanía ética: pagar impuestos, honrar a las autoridades, vivir con respeto. pero añade una motivación que transforma todo: hacerlo por causa de la conciencia. No se trata de evitar castigos, sino de actuar como pueblo que sabe a quién pertenece. La obediencia al estado no reemplaza la lealtad al reino de dios; más bien, la expresa cuando no contradice la voluntad divina. la iglesia puede respetar la ley, pero no puede bendecir la injusticia. Puede orar por sus gobernantes, pero no puede absolutizarlos. puede cooperar con las autoridades, pero nunca renunciar a su identidad de discípulos del rey crucificado.al final, el modelo supremo es Jesús. él se sometió a una autoridad corrupta, no por debilidad, sino porque confiaba en el plan del padre. aceptó un juicio injusto, llevó sobre sí la violencia del imperio y respondió sin venganza. su obediencia activa reveló que ningún poder humano puede frustrar los propósitos de dios. y su resurrección proclamó que toda autoridad humana es temporal, limitada y subordinada al reino eterno. mientras los imperios se sostienen con la espada, Jesús reina desde la cruz.Vivir entre estos dos reinos exige discernimiento y valor. implica honrar a las autoridades sin justificarlas, obedecer sin perder la conciencia, y resistir cuando el poder contradice la justicia de Dios. es una invitación a vencer el mal con el bien, a mostrar que existe una forma distinta de ejercer autoridad: la del amor crucificado. La iglesia, entonces, no cambia el mundo mediante el control político, sino mediante un testimonio radical de servicio, justicia y paz. en esa fidelidad se manifiesta la verdadera lealtad: obedecer cuando hacerlo glorifica a Dios y resistir cuando hacerlo lo deshonra. Vivir así es reflejar el Reino que no pasa y anunciar, en medio de cualquier poder terrenal, que solo Cristo es Señor.